domingo, 8 de febrero de 2015

Muy Interesante...¿Qué vamos a hacer?
POR: RENÉ DELGADO SOBREAVISO
Cuando el desconcierto y la confusión dominan, nunca está de más releer a Julián Marías. Hoy viene al caso porque la pregunta ya no debe de ser qué va a pasar, sino qué vamos a hacer.
La clase política no ha dimensionado la profundidad de la crisis en la que se encuentra inserta. Cuatro meses no han sido suficientes para cobrar conciencia del tamaño del problema. Los tres partidos principales están en bancarrota y, aun en la quiebra y tironeándose a su interior, forman fila en la ventanilla donde se solicitan donadores de votos para recibir una transfusión completa. Nada les dice España, nada les dice Grecia. Carentes de ideas y causas, miran como botín prerrogativas y posiciones, y se fascinan jugando a las sillas musicales.
El gobierno, por su parte, no deja de ensayar tibias medidas, inútiles frente al mal que lo aqueja, intentando reposicionarse y ver si, así, recupera la iniciativa y algo de autoridad para plantarse de nuevo en la escena. Practica remedios, no soluciones a su problema. No concluye que su situación exige una operación quirúrgica profunda, y se procura medicinas que ni siquiera enmascaran la enfermedad que sufre.
Ante ese cuadro, ya no cabe preguntarse qué va a pasar porque la evidencia sobra. Conviene ahondar en la interrogante qué vamos a hacer y cuánto tiempo queda. Hay grupos sociales metidos ya en la búsqueda de una alternativa, otros comienzan a reunirse y también los hay, de casimir y mezclilla, que ven en la debacle la posibilidad de imponer su dogma o asegurar sus privilegios.
Es curioso, la misma idea de haber generado el momento mexicano habla de la estrechez de miras con que la clase dirigente vio y entendió la circunstancia nacional que dejaron doce años de gobierno panista.
Un momento, sobra decirlo, es un espacio de tiempo muy breve. Se pensó en un momento, no en una nueva era y, entonces, aun con sus defectos, el Pacto por México tuvo por vigencia la de un instante, no el lapso que exige replantear los cimientos de un Estado. Sin respeto por la vida y por la muerte, hablar de refundar instituciones es un pasatiempo, no una acción trascendente.
Ni el gobierno ni los partidos entendieron que tanta sangre, tanta violencia, tanto robo, tanta corrupción, tanta impunidad y pusilanimidad anulaban la viabilidad de la reforma estructural del país. Se ilusionaron con la idea de que el acuerdo cupular para modificar las leyes, tan sólo las leyes, conjuraba el malestar popular y figuraba una realidad distinta a la que lacera a vastos sectores de la población.
En esa ilusión, las cosas están de cabeza. El gobierno se siente incomprendido, en tanto que la población se siente desatendida. La dirigencia perredista se dice víctima de linchamiento político por los hechos de Iguala, cuando en realidad ésta agravió a la ciudadanía y, aun hoy, cobija en vez de expulsar al exgobernador Ángel Aguirre. La dirigencia panista confunde el rumbo y la recuperación del partido con un botín particular. Y el priismo, el priismo maniatado se esfuerza en sonreír y aplaudir al señor Presidente, el líder que tanto echaba de menos.
Quedan dos meses para el arranque formal de las campañas electorales -aunque, desde luego, desde hace semanas los partidos violan el mazacote legal que se dieron a título de reglas-, y si, en ese reducido lapso, gobierno y partidos no rectifican su conducta a costa de su propio sacrificio, es evidente que la competencia, por no decir incompetencia, política complicará ahora más la situación.
Los tres problemas que afronta el gobierno -encarar la asociación crimen y política, responder clara y contundentemente al conflicto de interés que afecta directamente al presidente de la República y a su estratega Luis Videgaray, y reconsiderar los proyectos faraónicos entregados con dedicatoria al empresario-mecenas del sexenio- pegan directamente en la línea de flotación del régimen priista. Vulneran la idea de que el priismo sí sabía gobernar y exacerban el convencimiento de su histórica corrupción. No bastan los decálogos a poner en práctica en el próximo futuro, se requieren acciones contundentes en el actual presente.
El profundo desacuerdo al interior de las oposiciones de la derecha panista y de la izquierda perredista deja a un gobierno tambaleante que, al resistirlo, lo apoya y a una ciudadanía furiosa sin opción. El panismo y el perredismo, en el colmo del absurdo, trabajan para el priismo en el poder. Le dejan el campo libre, a partir de su desacuerdo y división. El panismo y el perredismo practican un absurdo: son la oposición dentro del PRI.
Si a lo largo de este lapso, gobierno y partidos no rectifican su conducta, la última oportunidad se habrá perdido y, entonces... qué vamos a hacer.
Los esfuerzos de contención frente a la descomposición o el retroceso que organismos no gubernamentales despliegan en distintos y muy variados frentes se advierten aislados y concentrados en el foco de su exclusivo interés, cuando en el fondo su acción tiene por denominador común el hartazgo generalizado frente al abuso del poder. Las reuniones de distintos grupos ciudadanos en la idea de perfilar nuevos modos de participación, por fuera de los partidos, pero dentro de la civilidad, que conjuren el desastre se advierten lentos frente a la emergencia nacional.
Quizá, es hora de actuar no sólo dentro de foros, salones y puntos de reunión sino también en plazas y avenidas a partir de demandas concretas y precisas, comunes al interés general: desocupar las casas en litigio hasta determinar si hay conflicto de interés, reducir en diez por ciento las prerrogativas de los partidos en este año electoral y abrir el registro de desaparecidos.
Demandas sólo para advertir algo de sensibilidad y sacrificio en quienes dirigen el país, para frenar a quienes con o sin corbata buscan desbocarlo y para salir de este otro y terrible momento mexicano.
Hoy, el curso del país se cuenta en días, algo hay que hacer.
sobreaviso12@gmail.com
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Cuando el desconcierto y la confusión dominan, nunca está de más releer a Julián Marías. Hoy viene al caso porque la pregunta ya no debe de ser qué va a pasar, sino qué vamos a hacer. La clase políti
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